miércoles, marzo 24, 2010

El descrédito de la Iglesia

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Cuando la iglesia bebe el descrédito sobrevenido por su pecado interno, no por la mala interpretación de sus acciones, es porque ella misma no se ha limpiado debidamente. Consentir el pecado se suele comprobarse con «la factura» que viene después en derrotas y vergüenza.


Si los que viven en santidad y el conocimiento de lo que Dios espera de su iglesia no se esmeran en mantener la casa en orden y santidad, entonces serán abochornados por aquéllos que no lo son. De esta forma resumía un pastor la mayor enseñanza que él había extraído del escándalo planteado en medio de los evangelistas de la televisión norteamericana.

Como en muchas otras ocasiones, la iglesia evangélica latinoamericana ha sido la última en enterarse. Varios renombrados evangelistas de la televisión estadounidense fueron pillados por la prensa en escándalos morales, intrigas financieras y mutuas acusaciones.

Lo que ha pasado en Estados Unidos no es mera invención de la prensa sino que están hablando de algo que es verdadero, algo que ocurrió. Sabemos que los medios masivos seculares bien sirven a los fines del diablo, pero en esta ocasión el «padre de mentira» no ha necesitado esforzarse demasiado.

La iglesia está bebiendo el descrédito sobrevenido por su pecado interno, no por la mala interpretación de sus acciones. Estas son cosas que la iglesia no ha limpiado debidamente. Si dejamos un clavo en la pared, el diablo cuelga un cuadro.

Cuando un cristiano latinoamericano cualquiera lee los informes y las notas periodísticas publicadas en su país y en los medios más importantes de Latinoamérica y el mundo, comienza a percibir, por un lado, que no es «un mal paso» dado por algunos hombres de Dios, sino un mal caminar desde hace ya tiempo.

No ha sido «un» error, sino un camino errado. Por otro lado, experimenta el amargo gusto del mal testimonio ganado gratuitamente por el descuido de estas «estrellas». El pastor de batalla, que ha logrado avanzar cinco kilómetros en el testimonio en su comunidad, se encuentra con que, de la noche a la mañana, le han hecho retroceder tres de esos preciosos y difíciles kilómetros ganados.




AQUELLOS PRIMEROS AÑOS EN PALESTINA


Volviendo a las descripciones del Nuevo Testamento y a sus relatos, recreamos las imágenes sobre cómo era el Señor Jesús, sus formas y posturas, cómo se conducía con sus discípulos y con quienes lo seguían. Podemos también recordar a Pedro y Juan, a Bernabé y Pablo tratando de permanecer en la simpleza del cristianismo cuando se intentaba hacerlos entrar en el camino de la fama y la relevancia personal. ¿Cuál es la razón por la cual no ha sido eso lo que se ha multiplicado entre los renombrados líderes actuales?

¿Por qué somos tan implacables con el Papa y su corte vaticana referente al modo en que viven y, en cambio, es permisivo que un predicador evangélico tenga, entre otras cosas, canillas (grifos) bañados en oro en su casa? ¿Por qué criticamos el sillón de oro o la púrpura alfombra que usan los sacerdotes de algunas confesiones mientras buscamos el mejor hotel del país para hospedar al predicador que nosotros traemos a nuestra campaña?



FALACIAS DEL PEREZOSO


La iglesia se indigna cada vez que estos escándalos ocurren, pero muchas veces, la misma iglesia que ahora se siente avergonzada podría haberlo previsto si tan sólo hubiese prestado atención.

Como hablábamos días atrás con un colega, tres son las trampas más comunes en que muchos cristianos, incluso iglesias enteras, han caído.

En primer lugar, la letra impresa: «Si está escrito, es verdad». Muchos toman como verdades todo aquello que aparece impreso en libros o revistas. Eso es una gran trampa, porque muchas veces se escriben cosas que son engañosas. Que alguien grande lo haya dicho y aun salga impreso no es por ello ninguna garantía de verdad.

Segundo: «Si lo sentí, fue del Espíritu», dejando la puerta abierta para que cualquier cosa que haya pasado por el nivel sentimental sea por ello incuestionable.

Tercero: «Si junta mucha gente, es de Dios», ignorando de esta forma que también el reverendo Moon junta muchos fieles en su «Iglesia Cristiana Mundial de Unificación», que Jim Jones llevó a muchos al suicidio colectivo y «en nombre de Dios», que cada presentación pública del Papa atrae a multitudes, que millones se acercan semanalmente a los «pai» y a las «mai» de las religiones afrobrasileñas espiritistas, donde el nombre de Jesucristo suele mencionarse a menudo.


Esas trampas no son más que falacias del perezoso, de aquel que no quiere imitar a «los nobles oyentes de Berea» (Hch. 17.11). Son verdades asumidas por quien, por pereza, prefiere la resolución fácil de los problemas, aunque ello conlleve el riesgo de quedar preso en un engaño.

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